Para nuestros lectores no familiarizados con el
Compagnonnage, diremos que ésta es una institución compuesta de obreros y
artesanos que, como la Masonería, tiene sus orígenes en la Edad Media y
sus antecedentes occidentales en los Collegia romanos; se nucleaba
alrededor de la Ciencia y el Arte de la Construcción, que reunía en los
tiempos antiguos a todas las artes, igual que la catedral, o el castillo,
o ambos, al conjunto del entorno urbano. Como se sabe, la sociedad
medioeval estaba estratificada en
segmentos distintos: el sacerdotal y sapiencial (la Iglesia), el rey, su
corte y la nobleza (aunque el rey ejercía el poder sacerdotal, amén del
poder real), y los comerciantes, artesanos, profesionales y administrativos
incluidos (los que posteriormente constituyeron la burguesía y la pequeña
burguesía) es decir personal calificado como aquel que puede ofrecer el
Compagnonnage, en contraposición con la torpeza y la pereza de la masa
(presente en cualquier estamento o "clase") que, desde luego, también
colaboraba dentro de sus limitaciones.
Las iniciaciones artesanales han sido en todas las tradiciones medios, o
soportes, para actividades de orden intelectual-espiritual, a lo que debe
agregarse la satisfacción y la seguridad que representa haber realizado un
trabajo bien hecho, además del ritual de concentración que exigen estas
labores. La juventud de los años 60 y 70 revalorizó el artesanado y lo
hecho a mano con materiales nobles, en contraposición al proceso industrial
y al mercado de consumo, y en forma natural muchos de sus miembros se
convirtieron en artesanos, rechazando otras oportunidades y estudios,
adoptando ese medio de subsistencia y también la forma de vida que implica
vender los propios productos en la via pública o en determinados mercados.
Agregaremos como curiosidad que estos mismos jóvenes de los años 60 y 70,
también realizaron viajes sin metas fijas, que podrían equipararse a
peregrinajes en busca del Conocimiento, peregrinajes que los Compañeros de
la Vuelta de Francia (Compagnonnage) realizan, como su nombre lo indica, a
través de todo el país, tanto en busca de nuevos aprendizajes y
experiencias que les otorguen un mayor grado de sabiduría, como de técnicas
y materiales con que ejercer su oficio, soporte de las aventuras
simbólicas, intelectuales y cosmogónicas que respondan a sus
requerimientos. De más está decir que estos peregrinajes son propios de
todas las tradiciones, muchas de las cuales aún los practican, o han vuelto
notoriamente a hacerlo, como es andar el camino de Santiago, propio de los
hermetistas cristianos.
La Edad Media marcó el auge de esta peregrinación que llevaba -y lleva- por
distintos caminos europeos a Galicia a miles de fieles que tenían que
afrontar toda clase de dificultades y peligros de todo tipo y naturaleza,
lo cual equiparaba su viaje a una Iniciación, con las pruebas que ella
conlleva igualmente en todas las tradiciones, como símbolos o ritos de la
auténtica aventura intelectual-espiritual que supone la búsqueda y
encarnación del Conocimiento.