Código Moral Masónico

Escrito encontrado en el bolsillo de la guerrera de un soldado francés  muerto en la batalla de Solferino, el 4 de junio de 1859:

El verdadero culto que se da al Gran Arquitecto del Universo consiste,  principalmente, en las buenas obras.

Ten siempre tu alma en un estado puro para aparecer dignamente delante de tu  conciencia.

Ama a tu prójimo como a ti mismo.

No hagas mal para esperar bien.

Haz bien por amor al mismo bien.

Estima a los buenos, ama a los débiles, huye de los malos, pero no odies a nadie.

No lisonjees a tu hermano, pues es una traición; si tu hermano te lisonjee teme que te corrompa.
Escucha siempre la voz de tu conciencia.

Sé el padre de los pobres; cada suspiro que de tu dureza les arranques, son otras tantas maldiciones que caerán sobre tu cabeza.

Evita las querellas, prevé los insultos; deja que la razón quede siempre de tu lado.

Parte con el hambriento tu pan, y a los pobres mételos en tu casa; cuando vieses al desnudo cúbrelo y no desprecies tu carne en la suya.

No seas ligero en airarte porque la la ira reposa en el seno del necio.

Detesta la avaricia porque quien ama la riqueza ningún fruto sacará de ella y esto también es vanidad.

En el corazón de los sabios está donde se practica la virtud y el de los necios donde se festeja la vanidad.

Si te avergüenzas de tu destino, tienes orgullo; piensa que aquél ni te honra ni te degrada; el modo como lo cumplas te hará uno u otro.

Lee y aprovecha, ve e imita, reflexiona y trabaja; ocúpate siempre en el bien de tus hermanos y trabajarás para ti mismo.

No juzgues ligeramente las acciones de los hombres; no reproches y menos alabes; antes procura sondear bien los corazones para apreciar sus obras.

Sé entre los profanos libre sin licencia; grande sin orgullo; humilde sin bajeza; y entre los hermanos, firme sin ser tenaz; severo sin ser inflexible y sumiso sin ser servil.

Habla moderadamente con los grandes; prudentemente con tus iguales; sinceramente con tus amigos; dulcemente con los pequeños y eternamente con los pobres.

Justo y valeroso defenderás al oprimido; protegerás la inocencia, sin reparar en nada de los servicios que prestares.

Exacto apreciador de los hombres y de las cosas, no atenderás más que al mérito personal, sean cuales fueren el rango, el estado y la fortuna.

El día que se generalicen estas máximas entre los hombres la especie humana será feliz y la Masonería habrá terminado su tarea y cantado su triunfo regenerador.